El magnífico hueso grande | audio cuento infantil
El magnífico hueso grande
-Un cuento explicado por Bobs el perro-
– ¡Por todos los rabos y bigotes de perro! —me dije a mí mismo. Huele tan bién que tiene que ser un hueso bien grande y bien bueno eché a correr en su busca y justo en el momento en que yo llegaba al matorral apareció por el otro lado otro perro mucho más pequeño que yo que iba a la caza del mismo hueso.
– ¡Ese hueso es mío! —le gruñí.
– ¡No, es mío! —gruñó el otro perro.
El lo cogió de una punta y yo de la otra y empezamos a gruñir los dos tan fuerte que parecía que iba a estallar una tormenta con truenos rayos y centellas.
Era un hueso estupendo al que todavía le quedaba carne y desde luego olía
maravillosamente bien.
– ¿Sabes una cosa, perro? Me parece que este hueso está malo —me dijo de repente el otro perro.
Soltó su punta del hueso y empezó a olisquearlo por todas partes.
– Lleva aquí mucho tiempo y no me extrañaría que ahora fuera peor que el
veneno. Una vez me comí una cabeza de pescado mala y me envenené de tal forma que me puse muy muy enfermo. Estuve tres semanas sin poder menear la cola.
Yo también solté mi punta del hueso y lo olí. Aunque aquel hueso tenía un olor delicioso, pero la verdad que olía un poco fuerte. Empecé a preocuparme por si realmente estaba malo. Os lo juro, no tenía ningunas ganas de quedarme sin poder mover la cola, porque es lo más práctico, y sirve para muchas cosas.
– ¿Pruebo el hueso para ver si todavía está bueno? —me preguntó el perrito – Si quieres… —contesté.
El perro lamió el hueso y mordió un pedacito de carne. Y entonces, ¡por todos los rabos y bigotes queridos niños…! empezó a retorcerse por el suelo soltando terribles gemidos de dolores dijo:
– ¡Ve en busca de ayuda! ¡Ve en busca de ayuda! ¡Me he envenenado.!
Yo estaba muy asustado, os lo prometo.
– Quédate ahí, perro —le dije— voy a buscar a mi ama. Ella sabrá qué hacer para curarte.
– ¡Ay! ¡Rápido! ¡Rápido! —gimió el perrito, retorciéndose otra vez de dolor.
– ¡Ay! ¿Quién iba a pensar que este hueso estuviera envenenado?
Corrí todo lo deprisa que me lo permitían mis cuatro patas. Estuve buscando a mi ama por todas partes hasta que la encontré .
– ¡Ven rápido! —le supliqué— ¡Hay un pobre perrito que se está muriendo de dolor por haber comido un hueso envenenado!
Así que mi ama se puso el abrigo y se apresuró a acompañarme hasta aquel matorral.
– Es por aquí —le dije. Y corrí hacia el matorral— Pero que mi cola no vuelva a moverse si miento. Aunque no lo creáis, ¡allí no había ningún perrito y tampoco había hueso!
Los dos habían desaparecido y lo único que quedaba era el maravilloso olor del hueso que se había llevado.
– ¡Era demasiado pequeño para pelear contigo por ese hueso! —se burló un petirrojo que estaba en el matorral— ¡Pero lo bastante grande como para engañarte! ¡Vaya! ¡Qué tonto has sido!
¡Y queridos niños! ¡Estaba tan enfadado que en todo aquel día no pude mover la cola!
Pero sabed una cosa: nunca volverán a engañarme.
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.