El cuco que se quedó rezagado | audio cuento infantil
El cuco que se quedó rezagado
– Yo me quedaré aquí —dijo el cuco— el petirrojo me ayudará y también el zorzal, ya que los dos me han dicho que pasarán aquí el invierno. No veo por qué tengo qué cansarme volando tantos kilómetros. Es una idea de lo más ridícula y muy anticuada.
Así pues, se quedó.
Los días del otoño fueron tibios y soleados y el sol brilló muy calido. Pero por las noches hacia frío. El cuco encontró un lugar abrigado en una pared cubierta de hiedra y allí descansaba cada noche.
– ¡Qué listo soy! —decía— Cuando brilla el sol hay insectos de sobra por aquí y zumban día y noche entre la hiedra.
La hiedra estaba floreciendo por entonces y nubes de insectos la visitaban para recoger néctar. El cuco se lo pasaba bien porque atrapaba muchos para comer y se puso tan gordo como pudo.
Pero más tarde llegaron las heladas. Las flores de la hiedra se marchitaron y en su lugar salieron unas ballas verdes.
Hacía frío, mucho frío. Las moscas desaparecieron. No veía ninguna mariposa nocturna. Las abejas estaban en sus colmenas. Las avispas habían muerto todas, menos las reinas y se encontraban profundamente dormidas en un agujero bajo tierra.
El cuco no encontraba nada para comer. Se puso delgado y débil. Y el cielo sabe lo que le habría sucedido si un día no hubiese llegado a una casita en la que vivía un relojero.
– Déjame vivir contigo y cantaré mi cucú para ti y te diré la hora cuando quieras saberla —dijo el cuco.
El relojero se puso las gafas y miró al tonto cuco. Luego hizo un reloj de madera y construyó una pequeña habitación en lo alto del mismo.
– Mira —le dijo al cuco— métete ahí dentro. Puedes vivir en el reloj. Pero siempre que la manecilla pequeña señale una hora debes salir de inmediato y decir cucú. A la una en punto debes decir cucú una vez y a las dos debes de hacerlo dos veces. Y así con cada hora. ¿Lo has entendido?
– Sí, muchas gracias —respondió el cuco.
Se metió dentro de la habitación del reloj y la puerta se cerró tras él. Allí se quedó hasta la hora siguiente, que eran las cuatro y entonces salió rápidamente y dijo:
– ¡Cucú! ¡Cucú! ¡Cucú! ¡Cucú! —lo dijo así cuatro veces seguidas.
– ¡Espléndido! —se alegró el relojero— ¡He construído el primer reloj de cuco del mundo!
Y ahora, ya sabéis cómo se hizo el primer reloj de cuco.
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.