Un hombre ciego y una mujer coja llegaron a la orilla de un río que forzosamente debían cruzar.
Desafortunadamente, no había puente, tenían que cruzar el río a pie, pues no les quedaba otro remedio. Ante esta inesperada dificultad, la mujer coja dijo a su compañero:
— Aquí hay una zona bastante buena para cruzar, pero, a decir verdad, mis piernas no me permiten cruzarlo.
Entonces el hombre ciego apuntó:
— Yo lo pasaría si pudiese ver, pero como me falta la vista temo resbalar y ahogarme en él. ¡¿Qué podemos hacer?!
Al momento, la mujer coja, reaccionando, agregó:
— ¡Tengo una idea! Mira, tus piernas serán mi sostén y mi vista, nuestra guía. Ayudándonos mutuamente pasaremos sin dificultad a la otra orilla.
En efecto, la mujer coja se acomodó lo mejor que pudo sobre los hombros del ciego, y dirigió los pasos de éste.
Y así, ambos cruzaron felices y seguros el río, llegando a la otra orilla sin apenas dificultad.
Y así, se dieron cuenta de que sólo el trabajo en equipo les permitía conseguir hacer cosas inimaginables y que debían de fijarse en las virtudes de cada uno para conseguir el éxito.
La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas, sino aquella en que cada individuo aprende a vivir con las limitaciones de los demás, admira sus cualidades y establece un ambiente apropiado para trabajar en equipo
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.