Había una vez una zorra que llevaba mucho tiempo sin comer.
Había pasado horas y horas intentando cazar algo para poder saciar su apetito.
Tenía mucha hambre, y una sed tremenda porque además, era un día de bastante calor. Deambuló por todos lados hasta que al fin, la suerte se puso de su lado.
Colgando de una vid, vió un racimo de grandes y apetitosas uvas. A la zorra se le hizo la boca agua ¡Qué dulces y jugosas parecían…!
Pero había un problema: el racimo estaba tan alto que la única manera de alcanzarlo era dando un gran salto.
Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de lo que ella imaginaba. Entonces, buscó un medio para alcanzarlos.
Saltó, saltó, pero sus patas no conseguían ni tocarlos.
Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrerilla y saltó una vez más, pero el salto quedó corto. Aún así, la zorra no se dio por vencida.
Tomó carrera otra vez y volvió a saltar. Pero nada. Las uvas parecían estar cada vez más altas y lejanas.
Agotada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se convenció de que era inútil repetir el intento.
Las uvas estaban demasiado altas y la zorra sintió una profunda frustración. Cansada y resignada, la zorra decidió renunciar a las uvas.
Cuando ya se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro que volaba por allí, había observado toda la escena y se sintió muy avergonzada.
Creyendo que había hecho un papel ridículo al intentar alcanzar las uvas, la zorra se dirigió al pájaro y le dijo:
– ¡Bah! ¡Me da igual! ¡Esas uvas están verdes! , ¡No las quiero, no están maduras! ¡Las uvas verdes no son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío! ¡Por supuesto habría conseguido alcanzar las uvas si hubiese querido!
Y así fue como la orgullosa zorra, con el cuello muy alto y creyéndose muy digna, se alejó en busca de otro lugar donde encontrar alimentos y agua para saciar su sed.
Si algo es inalcanzable para ti o no te ves capaz de conseguirlo, no debes culpar a los demás o a las circunstancias. Es bueno reconocer y aceptar que todos tenemos muchas capacidades, pero también tenemos limitaciones.
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.