La niña amable | audio cuento infantil
La niña amable
A ellos les gustaba Mary. La niña nunca le rompía los nidos ni se llevaba sus huevos.
Le gustaba oír sus cantos y conocía el nombre de todos ellos.
El petirrojo vivía en el jardín; y también el rechoncho reyezuelo.
Allí vivían el mirlo y el tordo. Muchos estorninos pintos bajaban a bañarse en el estanque de Mary y luego se posaban sobre los árboles para conversar y secarse las alas.
Ahora estaban en invierno. Los días eran fríos y las noches eran más frías aún.
Y un día llegó la nieve y los pájaros vieron que el suelo estaba blanco en lugar de verde y marrón. Se encontraba poca comida.
Las ballas habían sido arrancadas de los arbustos y árboles y ahora quedaban muy pocas. Hacía frío, muchísimo frío.
– Apenas puedo abrir los dedos de las patas para soltarme de las ramitas cuando despierto por la mañana —le dijo un gorrión a otro.
– ¿Y sabíais que todos los charcos se han congelado y están duros? ¿Y que el estanque también está hecho de hielo —preguntó un mirlo que los escuchaba.
– No hay nada que pueda beberse. Tengo mucha sed.
– Nosotros tenemos hambre, sed y frío—dijo el petirrojo— Moriremos. Esta es una época terrible para nosotros. ¿que vamos a hacer?
– Sólo hay una cosa que podemos hacer —declaró ‘el pecoso’ tordo— debemos contarle nuestros problemas a esa amable niña. Seguro que nos ayudará.
Así pues ¿qué crees que hicieron todos?
Fueron a posarse en fila sobre la cerca, exponjando las plumas para mantenerse abrigados y adoptaron un aspecto tan desdichado como pudieron.
Mary los vio.
– ¡Pobres críaturillas! —exclamó— ¿Tenéis mucho frío y hambre?. Yo cuidaré de vosotros hasta que pase este horrible tiempo.
Les hizo una mesa para pájaros. Sólo una tablita larga clavada en un poste.
Sobre la mesa puso todos los restos que su madre iba a tirar: migajas de pan y de bizcochos de leche, uno o dos huesos y algunas ballas que ella misma había recogido y puesto a secar para alimentar a los pájaros en invierno.
Sobre la mesa de los pájaros colocó un gran recipiente esmaltado lleno de agua para que pudieran beber.
Cada pájaro bebió un delicioso sorbo y contuvo el aliento para dejar que el agua le resbalara garganta abajo. Picotearon hambrientos la comida y quisieron cantarle a Mary una canción de agradecimiento, pero no pudieron verla.
– Está preparando camas calentitas para nosotros —cantó el tordo— Mirad, ha llevado macetas para esconderlas entre el seto vivo y las ha llenado con paja y musgo seco. ¿No os parece que es muy amable?
Era amable ¿no es cierto?
Y no es de extrañar que todos los pájaros le cantarán canciones al llegar la primavera.
¿Te gustaría hacer todo lo que hizo Mary?
Si quieres, puedes hacerlo.
– Colorín colorado…
– …este cuento se ha acabado.